El hombre no es una cosa y menos aún una cosa estática, inmóvil, en cuyas profundidades yacen estrellas y serpientes, joyas y animales viscosos…flecha tendida, rasgando siempre el aire, siempre adelante de sí, precipitándose más allá de sí mismo, disparado, exhalado, el hombre sin cesar avanza y cae, y a cada paso es otro y el mismo. [1]

Octavio Paz

Como en el pasado histórico, en este siglo XXI, sin duda, uno de los factores fundamentales que diferenciará a las naciones, sociedades, organizaciones e individuos, es la efectividad de su toma de decisiones estratégicas. Por tal motivo,  las universidades  han decidido incluir en los planes de estudios, el aprendizaje del proceso de toma de decisiones efectivas que conduzcan a un mejor desarrollo del alumno durante su estancia en la universidad y, posteriormente, durante su vida personal y profesional en el marco de su interacción social.

La toma de decisiones se debe impartir desde su concepción humanística-antropológica hasta sus connotaciones gerenciales.  Humanísticamente partimos de la idea de que el ser humano al tomar decisiones se autodetermina y, en su relación con los otros (el ente social) se co-autorrealiza. El argumento central es que el ser humano por naturaleza es imperfecto e inacabado;  busca en su quehacer cotidiano, las vías para su permanente perfeccionamiento. Sin embargo, y dada también su naturaleza de ser inacabable, nunca terminará de perfeccionarse, nunca podrá ser experto de todo.

 En este contexto, la toma de decisiones del hombre, ser imperfecto, aún a pesar de ser un acto eminentemente racional, es un evento de selección de alternativas las cuales pueden ser correctas o incorrectas, pero al comprometerse con una opción, asume un compromiso personal, es decir, debe ser absolutamente responsable de los resultados,  como consecuencia del ejercicio de su libertad.

En el aprendizaje del proceso de toma de decisiones efectivas, es el debate acerca del determinismo como forma de evasión de la responsabilidad. Así, en el marco del determinismo, la responsabilidad se diluye en  la creencia de que la acción humana encuentra su motivo determinante en el tiempo pasado o en una estructura superior al hombre, de tal suerte que no está en sus manos decidir la acción o el camino a seguir.    En este orden de ideas, el riesgo y la responsabilidad del curso de las cosas depende ahora del destino, de la tradición, de Dios, de las instituciones, del mercado, de la globalización, del maestro que me reprobó, etc.

De particular énfasis es la importancia que se le debe de dar a las decisiones que se toman en condiciones de incertidumbre, pues éstas son las que toman las personas de vértice, de acuerdo a la jerarquía que establece Carlos Llano, y que son las que están  en las altas posiciones y las que quieren perfeccionarse.

Es preciso remarcar, en este aprendizaje, que es más importante decidirse a (querer) que decidirse sobre (hacer), por ejemplo, es más trascendente decidirse a ser un buen ingeniero o doctor que haberse decidido sobre la elección de carrera.   Un argumento común muy convincente frente al alumnado es que el profesional no se puede contentar y considerar que ya es suficiente con haber obtenido su titulo, lo importante es seguir tomando decisiones que lo hagan seguir creciendo, (el alumno no se debe alegrar que ya pasó sus materias sino que aprendió y lo más importante que está aplicando  lo aprendido en las aulas).

Los alumnos deberán estar conscientes de su autodeterminación y por ello reconocer, que  sus maestros y tutores sólo le darán los medios para perfeccionarse, de tomar la decisión y elegir entre dos cosas la mejor, y no como comúnmente se trata, de  decidir  entre lo bueno y lo malo.

Podemos atisbar la necesidad de no esperar a que nuestras necesidades se apacigüen satisfaciéndolas, sino que es necesario dominar ciertas necesidades a fin de satisfacer otras de nivel superior.  Esto es, el autodominio facilita y procura la trascendencia.     Quizás Maslow se quedo corto y por eso, Llano nos invita a viajar al centro del hombre.[2]

Los hombres de decisión han sido admirados en todos los tiempos. Para ello hay que trabajar, para que los  alumnos  con sus decisiones hagan actos creadores.  De esta manera, cobra sentido la toma de decisiones como un proceso que da forma (y fondo o contenido) a nuestra vida. Con estas bases, procuramos dejar claro que la toma de decisiones es un acto racional y  destreza fundamental en la vida del ser humano y por lo tanto, en el caso de los universitarios, de su vida profesional.


[1] Paz, Octavio,  El arco y la lira, México, FCE, 1976, pág. 176.

[2] Llano, Carlos, Viaje al centro del Hombre, Editorial Diana, México, 1999.

Escrito por: Adrián Ábrego Ramírez

Adrián Ábrego Ramírez es Ing. Bioquímico egresado del Instituto Politécnico Nacional, así como  maestro en Dirección de Empresas, por el  Instituto Panamericano de Alta Dirección de Empresa (IPADE), y en Humanismo por la Universidad Bonaterra. Se encuentra cursando el doctorado en Ciencias de la Educación en la Universidad Cuauhtémoc. En su trayectoria laboral se ha desempeñado como  socio fundador de la empresa Consultores en Dirección Estratégica, y ha colaborado en diferentes empresas como gerente de planta e ingeniería, entre muchos otros. En el ámbito académico, el maestro Adrián ha sido docente de la Universidad Bonaterra y actualmente forma parte del cuerpo académico de la Universidad Politécnica de Aguascalientes, la Universidad del Valle de México y de ICAMI.