“Hubo un tiempo en que las mujeres activistas sociales pidieron a los hombres defender sus derechos. Pero, esta vez, lo haremos por nosotras mismas”

Malala Yousafzai,  en la ONU

 

Uno es el hombre, dice Jaime Sabines, y en este tiempo, también la mujer.

Y es que uno de tantos viajes interminables en la autopista de Querétaro me invita, cuando no al refugio en la lectura frente a un animoso e imprudente vecino, si al enfrentamiento con aquel que día a día me mira a través del espejo.

Conté una, dos, tres… once mujeres de veinte pasajeros en el autobús. Ocho de ellas, conectadas al wi-fi, hablando por su smartphone sobre asuntos de trabajo.

Igualdad, fue mi primer pensamiento. ¿En serio igualdad? Quizá deteniéndome un instante podría decir que aunque la mujer ha entrado al cien en la nueva realidad del mundo laboral, los hombres no hemos hecho lo mismo en el ámbito del hogar.

En este sentido me queda claro que la familia, el hogar, tendría que funcionar como una pequeña empresa, donde el gobierno de la misma está en manos de dos CEO´s cuyas decisiones colegiadas dan rumbo, establecen el ritmo y gestionan recursos para su desarrollo y crecimiento.

Quizá uno de los primeros pasos es dejar de lado dos creencias extraordinariamente limitantes:

– Primera, que la persona es equiparable a un recurso y se busca sólo el beneficio económico a corto plazo, ignorando su carácter personal de único e irrepetible.

– Segundo, que la «mujer-madre» u “hombre-padre” no «producen» cuando realizan en lo privado una actividad no remunerada; propiamente familiar u hogareña.

Desde la perspectiva de la pareja, en un sano paralelismo con la empresa, habría que llegar a acuerdos, adaptarse a los cambios, sincronizar tiempos, distribuir recursos y comprometerse a querer lo mejor para los dos y la familia.

Y fue justo en este derrotero de mi pensamiento que llegué a la tan temida pregunta: “¿y ahora qué hago?”… Y no fue sino hasta unos kilómetros después que comencé a barruntar algunas líneas:

a)    Elaborar un breve autodiagnóstico que me haga consciente del número de horas de trabajo al día, el número de horas de convivencia familiar y el traslape entre ambos cuando llevo trabajo a casa. ¡Caramba!, ¡cuantas semanas he sido un “padre horizontal! (salgo a trabajar cuando los hijos están acostados y llego cuando ya están acostados…)

b)    Buscar retroalimentación dentro de casa, después de la cual decir “sí, gracias”, nunca “sí, pero…”.- Aunque lo que haya recibido sea cierto sólo en un 10%, siempre es bueno mejorar aunque sea un poco.

c)     Ayudar a desterrar en mis ámbitos de influencia dos paradigmas o creencias limitantes:

– Diferencia sin Igualdad: “El ámbito público es propio del hombre, el ámbito privado es lo propio de la mujer”.

– Igualdad sin Diferencia: “desprecio de lo femenino asimilando a lo masculino”, “lo verdaderamente valioso es el trabajo remunerado”, “los hijos son una carga”.

d)    Ayudar a construir en mis ámbitos de influencia la construcción de la Igualdad en la Diferencia: “Lo humano como una complementariedad entre lo femenino y lo masculino”, “Participación común en lo público y lo privado”, “Reciprocidad”.

Vivimos en una sociedad muy distinta a la de hace tan solo diez años y tenemos la necesidad de encontrar soluciones para que hombres y mujeres seamos capaces de tener una carrera profesional plena y, al mismo tiempo, atender nuestras responsabilidades familiares.

El diálogo, como búsqueda constante de armonía entre los proyectos personales con el resto de la familia; así como una mayor valoración de las tareas del hogar, son actitudes claves para un enfoque correcto de esta nueva realidad de nuestro tiempo.

Todo en aras de la construcción de una S.C.;  un Hogar como Sociedad Compartida.

 

Escrito por:  José Antonio Pérez Cruz

Pedagogo de la Universidad Panamericana

MBA por el IPADE

Actualmente Director de Desarrollo Académico en ICAMI Región Centro; Consultor en Inteligencia Innovación y Desarrollo,  foco en Desarrollo de Talento.