¿Cuál es el fin de las acciones humanas?

“Porque entendido el fin, fácil cosa es buscar los medios para alcanzarlo; y el mayor peligro que hay en las deliberaciones y consultas es errar el fin, pues errado éste, no pueden ir los medios acertados. Prueba el fin de las humanas acciones ser la felicidad  y consiste en hacer las cosas conforme a recta razón, en  que consiste la virtud”

                                                                                     Aristóteles.  350 A.C.

De vez en cuando nos preguntamos si estamos o no teniendo éxito en nuestro trabajo, ¿cómo saber el grado de éxito alcanzado por ejemplo al final de un año de trabajo? ¿Cuáles son los parámetros para medir nuestro desempeño así como nuestros logros y metas superadas?

Dice Aristóteles que un buen principio pudiera ser preguntarnos la finalidad que perseguimos. Si yo deseo alcanzar cierta meta “bajita” y fácil de conseguir, es probable que  tenga éxito, o si tal vez lo que me he propuesto es alcanzar y romper algún record del año pasado, ahí sí que tendré que esforzarme ayudándome de una buena planeación para establecer metas específicas y enfocarme en mi objetivo. Sin embargo, ¿Cuántas veces sucede que a pesar de tener en claro las metas que deseo alcanzar al final de un año me doy cuenta de que no logré mi finalidad en mi trabajo? ¿Por qué? ¿Qué pasa cuando estamos intentando lograr aquello que requiere mi empresa y al mismo tiempo no tengo claro el por qué de mi fracaso?

Muchos autores e investigadores han enumerado los factores que entran en juego para tener éxito en el trabajo profesional, los hay desde quienes señalan la falta de educación y capacitación de los empleados y profesionistas, hasta quienes relacionan los factores que inciden en la economía de la región, pero ¿qué puedo hacer yo para lograr sortear todos los vaivenes propios del entorno y de mi mundo personal, familiar, etc.?

Hay en el pasado ejemplos en donde personas salen adelante a pesar de la  crisis e incluso adversidades, también los hay en donde a pesar de ambientes económicamente favorables fracasan en conseguir lo planeado. Existen algunas respuestas interesantes a lo anterior; cuando las personas no van logrando sus objetivos, independientemente de las causas, comienzan a afectarse emocionalmente, entran a veces en confusión, y terminan en una secuencia de eventos en cascada sin entender que pasa.

Cuando tenemos claro la finalidad que perseguimos, difícilmente nos dejamos desviar por las circunstancias, es decir, no logran distraernos aquellos factores tanto extrínsecos como intrínsecos de nuestra persona. Otras veces no estamos convencidos de poder lograr nuestras metas, no nos creemos capaces, dudamos de nosotros mismos y de las circunstancias.

Por otro lado, la falta de entusiasmo es otro elemento que entra en juego para lograr nuestras metas. El entusiasmo se compone de energía y alegría; por ello, es recomendable juntarse con personas entusiastas, buscar su compañía y finalmente, defender celosamente nuestra alegría en cada instante. El entusiasmo es el combustible que empuja a la acción y como todo combustible, éste debe ser recargado periódicamente.

Finalmente, concentrarse en los objetivos es el tercer elemento clave para lograr las metas planeadas. Es increíble lo que Tú y Yo podemos lograr si nos concentramos en ello. La mente humana está diseñada para rastrear hasta encontrar respuestas, soluciones, innovando formas e ideas para cada obstáculo, para los retos más desafiantes que se cruzan en el camino.

Resumiendo, una vez hecha una buena planeación debemos buscar tres elementos que nos llevarán a lograr lo planeado:

1.- Creer que sí se puede lograr.

2.- Entusiasmo.

3.- Concentración.

Nunca perder de vista nuestras metas nos mantendrá libres de no perdernos a lo largo del tiempo y del camino. Buscar diariamente motivos (la finalidad) para estar entusiasmados, encontrándole sentido al trabajo, incluso a los sufrimientos propios de nuestro batallar diario y finalmente, creer en nosotros mismos, en nuestras capacidades, talentos e inteligencia.

 

Escrito por: Dr. Noé Rafael Salinas González

Médico Cirujano, cuenta con una Maestría en Productor Naturales por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Fue profesor y preceptor del Centro Educativo “Liceo de Monterrey” y del ITESM en el Área de Humanidades, además de ser Director General del Centro Educativo “Liceo de Apodaca». Actualmente ejerce práctica médica en homeopatía y es profesor del CPH del área de Educación Familiar.