“Sentí como si mi espíritu rasgara mi tristeza interior y se elevara por encima de aquel mundo desesperado, insensato, y por algún lugar escuché un victorioso “sí” en respuesta sobre si la vida escondía en último término algún sentido.” 1

La vida es el primer don que recibe la persona humana, es en ella en donde trascurrirá su ser, y aunque en ocasiones se torne pesada y ya no parezca un regalo sino una carga, debe aferrarse a ella con todo su querer y acogerla tal como es, incluso con sus penas y dolores.

“De cara a la vida, con frecuencia estamos tentados a “hacer una selección”, tomando lo que nos agrada y rechazando lo que nos desagrada.  Eso es un error; de hecho, es necesario “escogerlo todo”2.

Escogerlo todo, ¡todo!, o acaso ¿hay algo en la vida que no valga la pena vivir?, no negaré que hay situaciones en la vida que sería mejor que no pasaran nunca, como la enfermedad o la muerte de un hijo, pero incluso de esas experiencias se tendrá que encontrar un sentido un ¿para qué? y además, que ese para qué eleve el espíritu de la persona y lo engrandezca para seguir adelante;  como lo expresa Etty Hillesum, joven judía muerta en Auschwitz, en el siguiente pasaje: “En mis acciones y sensaciones cotidianas más íntimas se introduce una pizca de eternidad.  No estoy sola en mi fatiga, enfermedad, tristeza o angustia.  Lo estoy, unida a millones de otras personas, a través de los siglos.  Todo eso es la vida.  La vida es bella y llena de sentido en sus absurdos, por poco que se sepa hacerle lugar en el todo y llevarla íntegra a su unidad.  Entonces la vida, de un modo u otro, forma un conjunto perfecto.  Cuando se rechazan o se quieren eliminar algunos elementos, cuando se busca el buen placer o el capricho para admitir tal aspecto de la vida y rechazar otro, entonces la vida se vuelve ciertamente absurda.  Desde el momento en que se pierde la visión de conjunto, todo se vuelve arbitrario.”3

Pareciera que la vida carece de sentido y no merece ser vivida cuando se presenta el dolor y la contrariedad, cuando no se obtiene de la vida aquello que se anhela; entonces valdría la pena encontrar aquello que dote de sentido cada acción, cada situación, cada impulso, cada momento de la vida, y eso ha de ser el Amor.  El amor a lo que se es, el amor depositado en una persona y también el amor a lo que se hace, dotan de sentido, por ejemplo, al cansancio y desgaste que representa el trabajo; el trabajo dignifica a la persona y más aún si ese trabajo es un medio de manifestar su amor a la familia.

Sin el sentido que otorga el amor, tampoco se podría entender el sacrificio de una madre o un padre que cuidan de sus hijos sin descanso día y noche en la enfermedad ¿qué sentido tendría?

El amor dota de sentido y da fuerza para seguir adelante en las tribulaciones, por eso la fortaleza es la virtud de los enamorados.

Como dije antes, el sufrimiento inevitablemente llegará y eso no está en nuestras manos cambiarlo, lo que sí está en nuestras manos es la actitud con la que se enfrenta.  En palabras de Viktor Frankl: “El humor es otra de las armas del alma en su lucha por la supervivencia…el humor proporciona el distanciamiento necesario para sobreponerse a cualquier situación, aunque sea por un breve tiempo”4.  Como me dijo en alguna ocasión un maestro: “no es que me guste barrer, pero si tengo que barrer he de hacerlo con gusto”.

Esto nos lleva directamente a la Libertad, ese valor trascendental del núcleo personal, intrínseco a la persona y que no hay ni habrá poder humano, ni situación que se la pueda arrebatar. Libertad plena, libertad espiritual, libertad como facultad de decidir y no como Sartre la veía: como una condena. ¿Cómo podría ser una condena esa capacidad que tienen solamente las personas de dirigir el rumbo de sus vidas?

Cada uno decidirá, de eso no cabe duda, pero en las decisiones que uno toma, literalmente se va la vida.

Es esa libertad y ese amor personal los que mueven a la inteligencia y a la voluntad a superar las pruebas que se presentan, a asumir los retos que la vida supone y a afrontarlos con valentía; pero no con cualquier valentía, sino con la valentía con la que se defiende el tesoro más valioso ¡la valentía del enamorado!

Para concluir, citaré a un autor al que no acostumbro citar, Nietzsche, pero ahora lo considero pertinente, y dice: “el que tiene un porqué para vivir, puede soportar casi cualquier cómo”, bien se dice que lo bueno cuesta, por lo tanto la vida cuesta, por eso vale la pena reflexionar por qué y para qué vivimos y con eso bien claro en la mente se podrá actuar en consecuencia y se encontrarán los medio para lograrlo.

Hay mucho que decir sobre este tema, pero todo se resume en esto: Amar la vida y aceptar lo que ella trae, pero a la vez ser conscientes de que en nuestra libertad está la decisión de cómo responderemos a las demandas que la vida trae implícita.

Aceptar la vida con sus alegrías y también con sus tristezas, con la mirada puesta en el horizonte, saber que después de la tormenta vendrá la calma y resistir con un solo propósito: ser felices nosotros y aquellos a quienes amamos.

Vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la respuesta correcta a las cuestiones que la existencia nos plantea, cumplir con las obligaciones que la vida nos asigna a cada uno en casa instante particular.5

Viktor Frankl

1. Frankl, V., El hombre en busca de sentido, Barcelona, Herdel, 1979, p.68.

2. Philippe, J., Llamados a la vida, México, San Pablo, 2009, p.38.

3. Citado en Paul Lebeau, Etty Hillesum, un itinerario espiritual, Albin Michel, París, p.179.

4. Frankl, V., El hombre en busca de sentido, Barcelona, Herdel, 1979, p. 70.

5. Frankl, V., El hombre en busca de sentido, Barcelona, Herdel, 1979, p.101

 

Escrito por:  Elsa Sepúlveda

Contador público. Cuenta con una Maestría en antropología y ética por el CPH, y Maestría en estudios humanísticos por el CPH. Actualmente es Profesora de ICAMI en Factor Humano y Ética en Región Norte.