«Sabia virtud de conocer el tiempo;

a tiempo amar y desatarse a tiempo;

como dice el refrán; dar tiempo al tiempo…

que de amor y dolor alivia el tiempo»

Renato Leduc

 

La era empresarial de la que somos parte parece ofrecer a los profesionistas una faz vertiginosa. Hay tanto por hacer, con recursos finitos y lo más rápidamente posible. Lo veloz, cuando no instantáneo, se plantea como sinónimo de productivo. Y ante un reto así, la gestión del tiempo resulta una habilidad necesaria tanto para el trabajo que realizamos, como para tener vida familiar, social o espiritual.

Seguramente todos conocemos a personas que parece que se multiplican y tienen tiempo para todo. Ciertamente nadie tiene más de 24 horas en un día, pero hay quien parece hacer más en ese mismo lapso. Por otra parte, no sólo basta el ser fructíferos, sino que a la cantidad hay que acompañarla con calidad. ¿Cómo gestionar nuestro tiempo para satisfacer esta doble necesidad –hacer mucho y hacerlo bien–?  En los siguientes párrafos quisiera plantear que la administración del propio tiempo es, en el fondo, una cuestión de autogobierno. Y entender que construir esa virtud depende de nuestra voluntad para ejercitarla es fundamental para no caer en soluciones superficiales.

La tecnología actual ofrece cientos de herramientas para la productividad. Aunque aún existen agendas y calendarios de papel, han sido prácticamente sustituidos por programas, aplicaciones y dispositivos electrónicos. La proliferación de estas herramientas es una muestra de la importancia del manejo del tiempo para la vida profesional. Pero para las personas que no ejercitan su voluntad autogestionando su tiempo, no hay aplicación que sirva. Se podrá crear la agenda electrónica más sofisticada, virtual o que viva en la nube, pero a final de cuentas cuando aparezca el aviso que se debe hacer tal o cual cosa, depende de la persona hacerlo. De ahí que mencione la relevancia de saber que la gestión del tiempo depende de su cultivo como virtud y no tanto una cuestión de quién tiene las mejores herramientas. Dicho la anterior, desde luego que también vale la pena usar todas esas aplicaciones de productividad, mas siempre como una herramienta secundaria al autodominio.

El manejo de nuestro día también depende en gran medida de la planeación que cada quien haga. No hay duda que el orden favorece todo tipo de tarea. Y poner orden depende también del uso de nuestra inteligencia, sobre para discernir lo más importante. Si reconocemos que nunca hay tiempo para hacer todo, pero siempre hay tiempo para hacer lo más importante, veremos lo crucial de una planeación que parta de las auténticas prioridades.

Se dice le atribuye a Mark Twain la siguiente receta para una vida sin sorpresas: “Si lo primero que hicieras en la mañana es comerte una rana viva, tendrías la seguridad de que es lo peor que te pasará en el día”. Brian Tracy, inspirado en dicha frase, propone en su libro ¡Tráguese ese sapo! (Ed. Empresa Activa, 2013), que eso mismo sería cierto en la vida laboral. Sin embargo, la “rana” no sería un batracio sino la tarea ante la que más resistencia se tiene, y la que probablemente te proporcionará los mejores beneficios si la realizas. Esta observación se basa en la tendencia a aplazar las cosas difíciles y las tareas arduas.  La propuesta de Tracy, que también se refleja en el refrán al mal paso darle prisa, es justamente hacer como prioritario la tarea más importante, que suele ser la más difícil, y la que más fácilmente se deje para mañana.

Usando la misma metáfora, Tracy recomienda que ante la necesidad de comer dos ranas, la más fea sea la primera en ser engullida. Y abunda aún más reconociendo que si tienes que comerte una rana viva, es contraproducente  mirarla por mucho tiempo. Esta estrategia se relaciona con la gestión del tiempo en el entendido que hacer lo más importante primero te dejará tiempo para hacer muchas más cosas durante el resto de la jornada de trabajo. Vemos, en este ejercicio, el uso de la virtud de la prudencia para dilucidar cuál es el pendiente más importante, así como el ejercicio de la fortaleza para acometer una labor ardua. Pensar con orden, y embestir una tarea difícil pueden ser fruto de un profesionista auto-dirigido.

Hemos hablado de lo importante dentro del trabajo, pero a ese ejercicio de orden debemos acompañar una reflexión de lo más importante para la vida en general. Incorporemos a nuestra distribución de tiempo momentos para uno mismo, y momentos para los demás. El tiempo invertido en la familia, la comunidad o en quien más lo necesita, es una manera de trascender, precisamente el tiempo.

 

 Rodrigo Villaseñor 

Doctor y Licenciado en filosofía por la Universidad Panamericana.  Es parte del claustro de profesores de la Universidad Anáhuac en la maestría y doctorado de responsabilidad social. Actualmente está a cargo del area de Responsabilidad Social del Grupo Financiero Scotiabank, dentro de la Dirección de Liderazgo y Comunicación Institucional. Es parte del Comité de Sustentabilidad de la Asociación de Bancos de México, así como de la Red Mexicana del Pacto Mundial de la ONU. En ICAMI, Región Centro, imparte sesiones de Factor Humano.