“If language was given to men to conceal their thoughts, 

then gesture’s purpose was to disclose them.”

– John Napier

Nuestros antepasados primates deambularon por el mundo durante millones de años bajo condiciones muy peligrosas, pero sobrevivieron en gran parte gracias a la comunicación efectiva de sus necesidades y emociones con sus semejantes; lo impresionante es que lo lograron a través del uso de la comunicación no verbal, es decir, a través de cambios fisiológicos, gestos, señas, ruidos, gruñidos y reacciones faciales o corporales. Esta forma de comunicación es parte de nuestra herencia biológica y continúa muy presente en nuestras vidas.

Es increíble cómo con el tiempo y la evolución desarrollamos un sistema para comunicar inmediatamente a los demás lo que sentimos y observamos: evolucionamos de tal manera que podemos responder eficientemente a las amenazas del ambiente sin necesidad de la palabra. Somos capaces de reportar instantáneamente cualquier peligro percibido y comunicárselo a quienes están a nuestro alrededor, pero también avisamos si podemos sentirnos cómodos y tranquilos, como cuando permanecemos quietos al ver a grandes felinos en un safari, que reconocemos como un lugar controlado y seguro.

El beneficio de esta forma de comunicación es recíproco: otros se benefician de nuestras reacciones, así como nosotros también de las de ellos. Por ejemplo, si alguien prueba un bocado de comida y hace un gesto de repulsión podemos saber por su expresión que ese alimento no está en buen estado y que no es necesario que nosotros lo probemos también. Es un mecanismo instantáneo y confiable, sumamente beneficioso en términos evolutivos.

Pero esto no se trata sólo de supervivencia o reconocimiento de amenazas. Nuestro cerebro también codifica nuestras intenciones en gestos. Por ejemplo, cuando estás hablando con alguien y de repente te das cuenta de que dirige uno de sus pies hacia la puerta, puedes saber que esa persona probablemente tiene que irse. Quizá esté retrasado para otra cita y su cuerpo, a través de las piernas, comunica que algo apremia, causando incomodidad, a pesar de que la persona continúa la conversación. Cito otros casos para ilustrar mejor el punto: cuando alguien nos da malas noticias, apretamos nuestros labios o ponemos nuestras manos contra nuestra cara; o cuando llega el ansiado viernes y nuestro jefe nos pide trabajar en el fin de semana, las órbitas de nuestros ojos se estrechan y tensionamos el mentón. En casos más agradables, por ejemplo, cuando vemos a alguien que realmente nos gusta, nuestras cejas forman un arco, nuestros músculos faciales se relajan, y nuestros brazos se vuelven más flexibles (estamos corporalmente listos para abrazar a esa persona), asimismo, en presencia de alguien que amamos, será un reflejo de inclinar la cabeza y tener las pupilas dilatadas. Estas son manifestaciones que nuestro cuerpo ha perfeccionado a través de millones de años.

Nuestras necesidades, sentimientos, pensamientos, emociones e intenciones son procesados con desenvoltura en el sistema límbico del cerebro, son acciones que no se dan precisamente a través de un acto volitivo y racional y manifiestan de modo más inmediato qué sentimos. Por eso se dice que cuando se trata de comunicación el lenguaje corporal es más cierto que la palabra hablada. Esta idea se pone en práctica en la serie televisiva “Lie to me”, donde un equipo de especialistas resuelven casos delictivos complejos al detectar mentiras e interpretar las intenciones de las personas a través de sus gestos.

Conocer este sistema puede ser muy eficaz para decodificar cómo se sienten los demás respecto a nosotros y en la evaluación de cómo está evolucionando una relación. El lenguaje corporal puede ayudarnos a ver con mayor claridad lo que otros están realmente sintiendo, pensando, temiendo o deseando. Esa codificación de intenciones nos puede servir para predecir qué desea o piensa la otra persona, y a su vez nos da una valoración más honesta de los demás.

Ya sea en los negocios, en casa o en las relaciones personales, siempre se puede estar seguro de que verdaderos sentimientos se reflejan en nuestro lenguaje corporal a través de las pantallas de comodidad e incomodidad. Este sistema binario de comunicar lo que sentimos ha resistido la prueba del tiempo y ha sobrevivido para ayudarnos a través de su elegante sencillez. Vale la pena estudiarlo.

 

 Natalie M.A. Despot 

Maestra en filosofía con especialidad en ciencias cognitivas por la Universidad Nacional Autónoma de México y licenciada en filosofía por la Universidad Panamericana. Tomó diplomados en temas relacionados a filosofía de la acción, antropología, derechos humanos, fenomenología y bioética. Ha trabajado en el desarrollo de proyectos académicos y sociales a través de Red Madre y Suma por la educación. Es miembro del grupo de investigación de neurociencia social en la Universidad Autónoma de México.  Actualmente trabaja en ICAMI, Región Centro como coordinadora de proyectos académicos y docente del área empresa-familia.