Leonor Vega Magaña ICAMI

Escrito por: Leonor Vega Magaña

Directora Académica Nacional de ICAMI. Maestra en Pedagogía y Licenciada en Administración y Negocios Internacionales. En su vida profesional ha sido docente universitaria del área de Humanidades y consultora de proyectos educativos para formar integralmente. Comprometida con el desarrollo personal y profesional a través de los Programas abiertos de ICAMI.

 

Durante mucho tiempo esta frase ha rondado mi mente, porque cuando descubrí la diferencia entre por qué (objetivo) y para qué (propósito o fin) comencé a intuir la importancia de saber para qué hacer algo y que tal vez es más importante saber cuál es el propósito antes que saber cuál es el objetivo.

 

¿A dónde voy con esto? Lo ordinario en el mundo laboral es estar llenos de formatos, sistemas, actividades, procedimientos, objetivos o metas por cumplir. Y podría pasar que en momentos de crisis o de exceso de trabajo no se tenga claridad de mente para saber a qué vale la pena dedicar el poco tiempo y atención que tengo, a qué debo darle prioridad, qué es realmente lo prioritario.

 

No recuerdo sí fue en medio de un caos de este estilo cuando la pregunta ¿para qué? se convirtió en la más importante a resolver. Lo que sí recuerdo es que dejé de lado todo y con lápiz en mano traté de organizar el caos de cosas por hacer y de fechas límites por cumplir para descubrir ¿para qué hago todo esto, cuál es el fin de este trabajo? Encontrarlo me permitió colocar las cosas en su lugar. ¿Por qué? Porque me permitió ver cuál es el motivo o cimiento de las actividades y procedimientos. Me hizo sentir superpoderosa, porque me dio la llave para priorizar mi trabajo. Superpoderosa porque saber cuál es el fin, me permite tener el criterio para dejar de lado los sistemas y los formatos, los procedimientos y las normas cuando es necesario e importante hacerlo por el bien de la organización, para realmente cumplir el fin de ésta.

 

Claro que importan los por qué (los objetivos), pero lo que me permite ver cuál es el fin de mis acciones y cuál de éstas es la prioritaria, es saber el propósito, el para qué. Y ahí es cuando los objetivos adquieren (al menos para mí) sentido, se ordenan entre sí.

 

Ok… ¿pero qué tiene que ver esto con los fines y los medios? Por lo menos para mí, la importancia radica en que si no se tienen claros los fines (los para qué) es muy probable que los medios (los por qué) terminen rigiendo la actividad. Y mira que los medios son indispensables. Pero lo son para alcanzar el propósito (el fin) para el cuál fueron diseñados.

 

¿Qué pasa cuando los medios se transforman en fines? La burocracia aparece y se instala, porque lo secundario invade el espacio que le corresponde a lo esencial, a lo importante, a lo que da razón de ser a las actividades de la institución.

 

Cuando los medios se transforman en fines, el trabajo y las actividades se tornan rutinarias, carentes de alma. La institución y el trabajo pierden sentido y la prisa por hacer, cumplir, llegar a la meta, alcanzar los objetivos es lo único importante. Y eso no es así, lo importante son las personas para las que trabajo, las personas con las que trabajo, las personas que recibirán mi trabajo. Solo así, éste vale le pena.

 

¿Cómo se logra que los medios permanezcan como medios y los fines como fines? No creo que exista una receta secreta, pero sí un camino que puede ser recorrido de muchos modos. El primer paso, consiste en detenerse a pensar para qué y en función de esto pensar en los por qué y los cómo.