Hay una tentación muy frecuente en las organizaciones, el cargar los dados de las decisiones hacia todo aquello que tiene que ver con la tecnología. Tal vez un buen ejemplo se ha dado en el sector financiero en el que la puntuación define el monto y el tipo de financiamiento a otorgar dejando de lado la relación con los clientes.
Estamos ante un trabajo orientado a cuidar mucho todo lo relativo a la operación -los “cómos”- y esta orientación deja de lado todo lo que tenga que ver con las razones –”los porqués”-, la motivación que tienen las personas –dentro o fuera de la organización- y esto afecta los resultados.
Es verdad que conocer y dominar todo lo relativo al manejo organizacional, sistemas de planeación, presupuestos, operación y control son temas básicos a la función directiva, pero no suficientes.
Cuando se llega a una posición directiva las capacidades de liderazgo no se dan como una transferencia de conocimientos o por el dominio de un conjunto de habilidades. El éxito depende de la capacidad de inspirar, de ganar la confianza de los que tiene a su cargo para que ‘le sigan’.
Formar el liderazgo es un proceso más cualitativo que cuantitativo. No se trata de memorizar diálogos o recetas; cada directivo tiene que desarrollar su propio estilo de liderazgo. El directivo tiene que aprender, descubrir y descubrirse tomando en cuenta sus circunstancias y capacidades.
Formar el liderazgo es un reto que las empresas asumen en mayor o menor grado, pero es un proceso que se inicia en la organización misma, tal vez de forma circunstancial, improvisada, tomando como referencia la observación de los resultados que ha obtenido el candidato en su actividad operativa. Al pasar a la posición directiva la materia a aprobar es el liderazgo personal, nada más alejado de los conocimientos técnicos.
Nadie es mejor directivo que persona y ese es el camino de la formación del liderazgo, porque mejorar requiere de renunciar a la tentación de la seguridad técnica o de las fórmulas para acertar siempre, ese anhelo, sueño, diría yo, de nunca fallar como directivos.
La mejora personal es condición de una mejora directiva. Y el cambio personal no es instantáneo, requiere de congruencia y constancia. Eso es algo que vale la pena considerar: se necesita que la persona quiera –inteligencia– para que después luche –voluntad– por llegar, por formarse en el liderazgo.
Es Ingeniero Químico de la Universidad de Guadalajara; Master en Dirección de Empresas y egresado del Programa AD2 del IPADE. Es socio fundador de Amigos del Recién Nacido (ARENA); es Miembro del Consejo Superior del Colegio Chapultepec y otros consejos de dirección de empresas en Culiacán.
También ha sido miembro del Consejo de Canacintra en Culiacán. Columnista de el diario NOROESTE en Culiacán, Mazatlán y Los Mochis y Columnista invitado en El Imparcial de Hermosillo, es actualmente Director General de ICAMI Sede Culiacán y Profesor de Factor Humano y Comercialización.