Una de las teorías más extendidas es la que coloca a las capacidades y habilidades del pensamiento en diferentes hemisferios del cerebro y que sitúa, por ejemplo, a la creatividad en el derecho y a la capacidad analítica o lógica en el izquierdo.

La neurociencia ya se ha encargado de desmentir esta teoría, demostrando que ambas mitades del cerebro trabajan de forma conjunta y cooperativa.

Así vemos que el trabajo de un ingeniero, un financiero o un médico requiere de creatividad y que el escultor, el novelista o el publicista necesita aplicar lógica, orden y estructura a sus obras. Lo anterior me lleva a preguntar: ¿Y qué fue primero; el huevo o la gallina, la innovación o la creatividad?

Hay una frase que me gusta mucho y que considero resume la unión de estos conceptos tan amplios como abstractos:
Ideas poderosas, resultados poderosos. La creatividad queda anclada al mundo abstracto y conceptual de las ideas, mientras que la innovación es tangible, es decir, forma parte de la fase concreta, medible y práctica del proceso.

Respondiendo a la pregunta anterior, a diferencia del huevo y la gallina aquí sí se puede afirmar que primero se tiene la idea creativa y después viene la innovación, que se hace presente cuando en una segunda fase el resultado de la creatividad pasa a ser implementado mediante la práctica.

Estos 2 aspectos son los que precisamente tanto valoran las empresas de su capital humano, sobre todo de sus mandos intermedios, ya que no se pueden generar de manera industrial, sino que un individuo tiene que generar y desarrollar ideas creativas de manera abstracta, requiriendo una tarea de búsqueda y mantenimiento nada sencilla.

La alta cotización que se le ha dado a la creación de ideas en el mundo empresarial, así como lo abstracto de su concepto, es lo que nos puede llevar a la mayoría de nosotros a pensar que “crear” es cosa de genios, y a limitar nuestra capacidad de desarrollar todo nuestro potencial.

Una vez desarrollada la idea, es cuando podemos llevarla a la práctica y obtener resultados innovadores de éxito.
Existen muchas definiciones de creatividad, pero yo prefiero aquella que la define como la generación de nuevas ideas que facilitan la resolución de problemas y la toma de decisiones dentro de la organización.

Hay muchos tipos de innovación: Tecnológica, de producto, de proceso, organizacional, comercial, de marketing, etc., las cuales generalmente son impulsadas por los mandos intermedios, ya que son los que están en mayor contacto con la operación diaria, pero para que dichas propuestas lleguen a cristalizarse, se necesita que sean promovidas por la dirección y a su vez, no debe restringirse solamente a algunas áreas de la empresa.

Además, la generación de nuevas ideas requiere de disposición, una actitud en las personas y también un sistema de dirección que facilite, promueva y reconozca las aportaciones de la gente a la creatividad y a la innovación en todos los niveles de la organización.

En su libro “El arte de la innovación”, Tom Kelley Director General de IDEO, dice que “la innovación está en camino de convertirse en una pieza central de las estrategias e iniciativas corporativas”.

Pero, no todo es miel sobre hojuelas, para fomentar la creatividad e innovación, las empresas deben cambiar de una cultura de autoritarismo y miedo, a una cultura de confianza. En las organizaciones tradicionales, el “té ordeno y mando”, es lo más importante; se valora por encima de todo la obediencia, disciplina y acatamiento de instrucciones de los colaboradores. Esto se traduce en un estado anímico de miedo, lo cual es un obstáculo para toda iniciativa personal.

Otra cosa muy importante es tener tolerancia al fracaso, ya que toda innovación conlleva un riesgo intrínseco y, por tanto, hay que aceptar con responsabilidad esa posibilidad de error bien intencionado. Cuando se hace una crítica destructiva, se está matando toda iniciativa en el futuro.

Es fundamental incentivar que nuestros colaboradores pongan a prueba su ingenio, así como el trabajo en equipo, ya que esto facilita la generación de ideas, aumenta la motivación y confianza entre los trabajadores, reduce tensiones y tiempos y, por tanto, aumenta la productividad.

Pero sobre todas las cosas, hay que ser perseverantes e incansablemente positivos para no dejarnos vencer cuando las cosas no salen como esperábamos.

Y como dice Sergio A. López presidente de la AMAP, “hoy, más que nunca, la creatividad y la innovación deben mover, motivar, sorprender, inspirar, pero, sobre todo, contribuir con los objetivos del negocio.”

 Escrito por: Salvador Velázquez Uribe

Licenciado en Administración de Empresas y Diplomado en Marketing por la Universidad Iberoamericana, con amplia experiencia en las áreas de Planeación Estratégica, Marketing y Publicidad. Especialidades: Creación de marca e identidad, planeación estratégica y desarrollo del Plan de Marketing en empresas como Grupo Bimbo, Joyco de México y Grupo Kraneo Comunicación. Actualmente trabaja en ICAMI como Director Nacional de Marketing.