Hoy escribo sobre un tema que considero de vital importancia para la vida en comunidad, partiendo de la premisa de que estoy a favor del matrimonio y de la vida en familia.
Sin embargo, hoy por hoy el matrimonio propiamente dicho, o como era conocido hace a penas 10 años, ha cambiado tanto en su esencia como en la práctica; y no decir de la familia como el núcleo principal y base de la sociedad.
Con el transcurrir del tiempo y la modernidad, la sociedad en su necesidad y deseo por obtener benefactores materiales: la mejor preparación académica, el mejor auto, la mejor casa, el mejor outfit y la lluvia publicitaria de productos y servicios, que hoy envuelve al ser humano. Han dejado como resultado a un ser de valores mediáticos, que no trascienden y que deja a un lado, una vida en sociedad, en comunidad. No por ello quiero decir que el obtener benefactores materiales sea de forma alguna negativo, es muy satisfactorio darse sus lujos y compartirlos, pero sin que ello nos determine o nos limite para tener una vida en familia, que como lo he señalado es la base de toda sociedad y más aún de toda sociedad productiva.
Cuando menciono a la vida en sociedad, me refiero a aquella en la que existía una relación armónica con el de a lado, en la que permanecían los valores y que nacían del seno de la familia; y no a la vida en sociedad de pose, de conveniencia y carente de todo civismo, en la que en algunos casos tristemente, los hoy niños, no tienen respeto por los mayores, por su familia, ni por su país.
Ahora bien, se encuentra la necesidad de trabajar para que se alcance a satisfacer al menos las necesidades básicas de un matrimonio o de una familia, lo cual no implica la posibilidad de esforzarse para tener una mejor calidad de vida, sino la de esforzarse para al menos alcanzar a cubrir las necesidades económicas básicas, y que, desafortunadamente en este país es un porcentaje altísimo.
Se preguntarán: ¿Qué tiene que ver todo ello con el matrimonio? Como se señala: El primer paso para el divorcio es el matrimonio, pero actualmente esa premisa se lleva a cabo con más frecuencia que en otras épocas, lo cual atribuyo a que los cónyuges se encuentran ocupados en satisfacer las necesidades, dejando de lado lo que realmente es la esencia del matrimonio: la vida en común y la ayuda mutua.
En ese sentido, cómo va a existir la vida en común y ayuda mutua, si cada uno de los cónyuges salen de su hogar a las 6:oo am y regresan a las 22:00 hrs. unos desafortunadamente por necesidad y otros por gusto. Y no se diga de cuando en el matrimonio se concibió algún hijo o varios, que son la base y el futuro de toda sociedad moderna y se deja su educación en manos de las escuelas, de las domésticas y en el mejor de los casos en manos de los abuelos.
Por ello señalo al título de hoy: Matrimonio, el tesoro perdido; perdido tanto para los propios cónyuges y más tristemente para los hijos. La esencia de lo que era el matrimonio ahora ya no lo es, lamentablemente el resultado de ello es la falta de educación, la carencia de los valores más esenciales que nacen del núcleo de la familia y que sin ellos la sociedad está condenada al fracaso.
Los invito a reencontrar ese tesoro perdido y que una vez encontrado, sirva para que los que vienen atrás de nosotros, lo asimilen, lo tomen en cuenta y sea una semilla fértil para el futuro.
Abogado litigante con más de 25 años en la práctica independiente en materia civil, familiar, mercantil, y área de la salud, especialista en derecho privado, recuperación de cartera crediticia y de arrendamiento automotriz e hipotecaria, asesor en adquisición y venta de desarrollos y proyectos del sector inmobiliario, asesor de sociedades en el ámbito mercantil y financiero, Empresas Familiares, marcas y derechos de autor, profesor del área de Administración, Antropología y Ética, Factor Humano, Trabajo y Familia y -Ética de Empresas en ICAMI.