Desde joven, escuché una frase que me ha acompañado en la vida: “Quien no vive para servir, no sirve para vivir”. Frase que apela a la importancia de incluir a los demás como parte y propósito de nuestras vidas… y de las empresas. El servicio es un hábito que requiere encontrar balance para no caer en el exceso de servilismo ni en un árido exigir sin dar.

 

El reto del balance:

En la empresa, este sutil balance es importante. Las personas con un papel de autoridad suelen cuestionarse: ¿Hasta cuándo debo seguir dando oportunidades de desarrollo? ¿Qué tanto debo exigir o dar herramientas y capacitación a colaboradores para que puedan asumir sus responsabilidades? ¿Qué tanto debo ayudar; cuándo debo soltar? ¿Existe un límite? Es ahí donde entra el concepto de subsidiariedad que, junto con la solidaridad y el bien común, son principios de la ética social.

 

La subsidiariedad como impulsor

La subsidiariedad1 es la ayuda complementaria y temporal que se ofrece a alguien con menor capacidad, cualidad o condición. En la empresa, supone una relación de autoridad o liderazgo de quien tiene mayor capacidad o expertise con colaboradores a quienes ayuda en su desarrollo personal y operativo para cumplir con sus tareas y responsabilidades. El objetivo final es que la persona con menor experiencia madure, sea autodirigida y eficiente; que adquiera las competencias operativas, sociales y personales que requiere para cumplir con sus responsabilidades con excelencia y, posteriormente, pueda ayudar a otros.

 

A través de la subsidiariedad se ayuda a que el colaborador co-cree el futuro de la empresa y se convierta en una mejor persona que actúa con excelencia, voluntad y capacidad. Además, se fomenta el crecimiento de sociedades colaborativas: en un artículo de Forbes se menciona que la subsidiariedad se convertirá en un arma de las empresas ganadoras2.

 

Sí, existen límites.

Como toda virtud, es importante ejercerla en “la justa medida”. Como es una relación, implica una corresponsabilidad entre quien ayuda y quien recibe ayuda; por lo tanto, existen requisitos, alcances y límites:

 

Requisitos: Que exista un acuerdo mutuo de corresponsabilidad donde uno ayuda con calidad y compromiso y el otro recibe y aprovecha la ayuda recibida.

Alcance: Se tienen metas claras y específicas de lo que se pretende aprender y lograr en ámbitos operativos, personales y/o sociales.

Límites: La ayuda se ofrece por un tiempo determinado con recursos específicos.

Cuando estos requisitos no se consideran o no se cumplen, se fomentan los vicios de la subsidiariedad que oscilan entre el autoritarismo (no otorgar la ayuda necesaria, no obstante permanece la exigencia); o el paternalismo (ofrecer ayuda incondicional y atemporal, resolviendo los problemas e inhibiendo el desarrollo de las personas).

 

¿Cómo ofreces servicio a tu gente? ¿Estás listo para aplicar de manera consciente la subsidiariedad?

 

Ithel Sánchez Villanueva

Viernes, 17 de mayo de 2024

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[1] Subsidiariedad proviene del latín latina subsidium que se relacionaba a la estrategia de combate en la cual una línea de la tropa permanecía como reserva. Cardenal Joseph Höffner, Doctrina Social Cristiana, Barcelona, Empresa Editorial Herder S. A., 2001, p. 53 [1] Forbes, Febrero 1, 2022.

 

Escrito por: Ithel Sánchez

Lic. En Filosofía en la Universidad Panamericana. MEDEX IPADE. Consultora en Ética y Sustentabilidad desde hace más de 16 años; Chair de Consejos Consultivos de mujeres. Profesora en Maestrías en la UP y en el ICAMI Occidente. Participa en la Dirección Académica Nacional del ICAMI.