¡Qué mejor inicio de año para reflexionar acerca de la paz interior! Esa paz que es fruto de tener un corazón lleno de amor, de buenos deseos para los demás y libre de resentimientos.
El resentimiento consiste en sentirse o considerarse ofendido por una acción, omisión o circunstancia favorecida por alguna disposición personal hacia el supuesto ofensor. El “sentirse ofendido” pertenece al nivel emocional y el “considerarse ofendido” forma parte de un proceso de tipo intelectual. En el resentimiento suelen darse los dos niveles llegándose a potenciar uno al otro, por lo que es un fenómeno complicado.
Los principales efectos del resentimiento se manifiestan en el ofendido ya sea de manera pasiva al retraerse, retirarse o mantenerse callado; o bien, de forma activa al buscar el desquite, la venganza o la reivindicación.
Algo característico de estas manifestaciones es que suelen tener carácter permanente, en algunos casos duran muchos años. Lo cual sin duda nos produce amargura y tristeza. El resentimiento es nocivo porque nos hace infelices, nos quita la paz, dificulta nuestra relación con Dios y contamina y daña las relaciones con los demás.
Hay dos tipos de causas del resentimiento: unas son externas y otras internas. Éstas a su vez pueden ser reales, exageradas o imaginarias.
Las causas externas del resentimiento pueden deberse a:
- Acciones (“me insultaron”, “me golpearon”, “agredieron a mi hijo” …);
- Omisiones (“no me tomaron en cuenta”, “me evaden”, “no me hacen caso” …);
- Diversas circunstancias (“soy de diferente posición social”, “no tengo las cualidades que tienen los demás” …).
Mientras que las causas internas del resentimiento pueden ser:
- El egoísmo (por estar uno metido en sí mismo);
- El sentimentalismo, al no tener dominio de nuestros sentimientos (“doy, y no recibo nada a cambio”, “no me quieren”, “no me estiman” …);
- O una imaginación descontrolada (cuando agrandamos un hecho real dándole más hilo a la hilacha).
Si en algún momento dado experimentamos el resentimiento y tenemos deseos sinceros de recuperar la paz perdida, lo primero que se nos recomienda es reconocer o aceptar que estamos resentidos; que tratemos de descubrir su causa y revisemos los efectos que ha producido. Eso nos ayudará a conocernos mejor, ver cuáles son nuestras tendencias personales y a estar dispuestos a perdonar sinceramente, es decir, perdonar todo lo más pronto posible y olvidar. Esto último, puede ser lo que más cuesta, pero es la clave para recuperar la paz interior.
Como bien dice el dicho popular “más vale prevenir que lamentar”. Podemos disminuir de forma efectiva nuestras tendencias al resentimiento si nos esforzamos en vivir los hábitos que impiden sus causas potenciales. A manera de ejemplo: hablar en positivo, fomentar la gratitud, dominar y dirigir la imaginación, aprovechar positivamente las ofensas que recibamos, mejorar las relaciones con los demás, adelantarnos a los detalles de servicio sin que nos lo pidan, dialogar y ventilar el asunto con alguien de nuestra confianza que nos pueda orientar. En ocasiones y, dependiendo de las circunstancias de cada caso, puede ser útil y conveniente dialogar directamente con el agresor.
Quisiera recomendarles la lectura de una novela (llevada recientemente a las pantallas) que pienso nos puede ayudar a profundizar en este tema y así superar los efectos nocivos del resentimiento. Se trata de “La Cabaña” de W.M. Paul Young. En él se describe la desaparición de Missy, la hija menor de Mackenzie Allen Phillips, durante unas vacaciones familiares. Siguiendo su rastro llegarán a una cabaña donde encontrarán pistas que les lleva a pensar que ha sido brutalmente asesinada en ese lugar que se encuentra en lo más profundo de un bosque de Oregón. Pasan cuatro años de estos hechos y Mackenzie sigue afectado por la pérdida de su hija, pero un día recibe una nota, que parece ser enviada por Dios en la que lo invita a pasar un fin de semana en esa misma cabaña. Así, en pleno invierno se presenta en ese horrible lugar, donde lo que pasa allí cambiará su vida para siempre. Es un libro que hace pensar y nos enseña como sobrellevar esas situaciones que nos producen resentimientos, como sacar paz y tranquilidad de un dolor; nos recuerda la importancia del verdadero amor que es la pieza clave para llegar al verdadero perdón.
Vale la pena tener nuestro corazón lleno de paz y de amor, un corazón que sabe querer y, en definitiva, un corazón que sabe perdonar aún a aquellos que nos llegan a ofender.
Doctorado en Dirección de Organizaciones, en la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla. Director de la Facultad de Ingeniería y miembro del Consejo de Dirección Universidad Panamericana, Campus Guadalajara. Director General del Instituto Chapultepec, Sede La Primavera (Culiacán, Sin.) Catedrático y consultor en las áreas de factor humano, dirección de empresas de servicios y ética en los negocios. Actualmente, es Director General y Profesor del Área de Antropología y Ética en ICAMI, Región Noroeste.