“La formación es un proceso histórico social. El hombre se forma a medida que comprende y transforma su realidad” (Alfonso Torres). En nuestro mundo empresarial, la formación es una herramienta fundamental para lograr la consecución de objetivos. En el proceso de toma de decisiones para encontrar al candidato idóneo a la formación directiva frecuentemente surge la duda: ¿y si se va después de capacitarlo? Bueno, en realidad las decisiones de capital humano siempre llevan un riesgo latente. Habrá que preguntarse que es peor, formarlo directivamente y que se vaya; o no formarlo y que se quede.
Claro está que los errores que se cometen en los procesos de producción ya sea bienes o servicios, los absorbe la empresa con su respectivo costo; y este costo no lo ponderamos ni figura en los estados de resultados. Formar a nuestro personal es sinónimo de liderazgo; invertir en nuestra gente debe ser rentable porque si no lo es, la inversión se convierte en gasto. Un colaborador formado y alineado a la misión y visión de la organización es un activo al cual no podemos dar un valor monetario.
Los puestos directivos tienen a su cargo a los operativos quienes ejecutan la visión de la dirección de acuerdo a sus capacidades y experiencia en el puesto. Pero ¿Cómo puedo aprender a dirigir? Paradójicamente “a dirigir se aprende dirigiendo” y en este proceso, a medida de mejor formado nuestro director, mejores serán los diagnósticos y la toma decisiones. Por lo contrario, un estancamiento profesional se traduce no solo en un descenso de la productividad, sino en la irremediable pérdida de recursos materiales y rotación de capital humano entre otros.
Hablando de capital humano, y siendo este el activo de mayor valor en la empresa, debe ser valorado y formarse con un sentido de pertenencia tal que perdure a través del tiempo y no necesariamente en el mismo puesto. Los motivadores no solo son económicos, a la gente nos gusta ser tomados en cuenta y sentirnos parte del servicio o producto terminado que ofrece la empresa. Un trabajador bien formado en su posición laboral, entiende las razones de su entorno, y toma decisiones basadas en hechos y no en suposiciones. En la actualidad, por ejemplo, la tecnología digital cada vez evoluciona con mayor rapidez; este hecho viene a hacer nuestra vida más placentera logrando mayor productividad con menor esfuerzo físico. Es aquí donde la creciente especialización de los sectores exige colaboradores con destrezas específicas, producto de una adecuada capacitación.
Formar a nuestro personal es una herramienta más para fomentar el sentido de pertenencia. Es bien sabido que nuestro personal no sólo valora su sueldo o prestaciones sociales. La gente también busca crecer como persona, pues sabe de antemano que a mayor capacitación el abanico de oportunidades de trabajo se amplía exponencialmente hablando. Afortunadamente, las empresas ya son conscientes del valor de la formación de sus colaboradores como inversión, y no como gasto.
Hablemos del Retorno de inversión, el famoso “ROI”, que se debe calcular en función de los beneficios que logra la empresa al apostar en la formación de su capital humano. “El ROI que puede obtener la empresa se mide por el volumen de producción, costes y tiempos”. (J.J. Phillips). Citando el ejemplo de invertir en la formación de los empleados, observamos que por consecuencia aumenta el número anual de unidades producidas, por lo tanto, la inversión se refleja en un beneficio económico de cada unidad, producida multiplicado por el número de unidades producidas de más. En otro escenario, donde el efecto de la formación disminuye la rotación de personal, lograremos un beneficio económico al disminuir los costos de los procesos de selección y contratación. Volviendo al inicio de este artículo y buscando ponderar lo intangible, me atrevo a decir que como producto de la formación se reduce el tiempo en determinadas tareas administrativas no directamente productivas, siendo un beneficio económico el costo/hora hombre multiplicado por el tiempo reducido.
La inversión en programas de formación definitivamente es medible y comprobable, la decisión de formar a nuestros colaboradores y a nosotros mismos debe ser impostergable. Entre mayor sea el tiempo que nos tome decidir, mayor será el impacto económico que debemos absorber.
Licenciado en Contaduría Pública por la Universidad Autónoma de Sinaloa. Cuenta con una Maestría en Administración de Negocios en UAdeO y Maestría en Educación, Universidad de Navarra. En su experiencia profesional, ha sido Delegado Académico y Fundador, CELE UAdeO, Catedrático de la Facultad de Administración, UAdeO y Propietario Restaurante EL FERRY. Actualmente, es fundador de Salsas La Roja, Gerente de Vinculación de Proyectos y Profesor en el área de Factor Humano, en ICAMI Región Noroeste.