De acuerdo con datos de la Encuesta Intercensal 2015, en México, las mujeres representan más de la mitad de la población total (51.4%) con respecto a los hombres (48.6%), lo que implica una relación de 94.4 hombres por cada 100 mujeres.*

No cabe duda que la vida es la vida, que nos impone retos diarios y responsabilidades bajo nuestros hombros. Las mujeres cumplen con diferentes roles, son amas de casa, madres, profesionales.

Son personas que quieren aportar a sus familias y a su entorno con su inteligencia y sus capacidades.  Descubren diariamente su valía al enfrentar una desigualdad que se manifiesta en la discriminación laboral, la violencia doméstica y acceso a los servicios de educación y salud. Pero muchas veces no son capaces de disfrutar con plenitud los logros alcanzados, los retos superados y el camino avanzado.

Nos sentimos culpables o nos sentimos avergonzadas por no ser capaces de cumplir con nuestros múltiples roles con la perfección que desearíamos. No sólo estamos presionadas por nosotras mismas sino además nos importa mucho lo que opinan los demás.

Y queriendo complacer a todos vivimos decepcionadas de nosotras mismas. Porque no somos más delgadas o altas, porque no somos las mejores cocineras, porque descuidamos a la familia por el trabajo, o viceversa.

¿Por qué tratamos de complacer a otros antes de conocernos, de respetar nuestros deseos; antes de vivir regidas por nuestros valores y convicciones?

¿Por qué es más importante tratar de ser algo que no somos antes de buscar ser fieles a nosotras mismas?.

¿Vale la pena?, ¿nos conocemos lo suficiente?

¿Tenemos la confianza de ser auténticas o nos asusta tomar control de nuestras vidas?

No nos equivoquemos, no se trata de ser feministas porque marcar la diferencia entre lo masculino y femenino no nos llevará a alcanzar la igualdad de género. Tampoco se trata de circunscribirnos a un concepto o un solo modelo de lo que implica ser mujer, eso sería caer en estereotipos en lugar de buscar que la sociedad respete la «diversidad» y la «individualidad», que nos respeten como seres humanos únicos, dignos y valiosos por lo que aportamos cualquiera sea la posición que ocupemos.

Hay que decidirnos a ser lo que queremos ser y ser las mejores. Buscar conocernos mejor, crecer, pero sobre todo, saber valorarnos. La Madre Teresa de Calcuta decía que La falta de amor es la mayor pobreza… si no podemos amarnos a nosotras mismas ¿con qué generosidad podemos amar a los demás?

Fuente: INEGI

 Escrito por:  Lic. Cecilia Linares

Cecilia Linares es licenciada en Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Lima, Máster de Administración de la EGADE del Tecnológico de Monterrey y egresada del Programa D1 de IPADE Business School. Es especialista en procesos de dirección comercial y estrategia de marketing en empresas de servicio. Actualmente se desempeña como Directora Comercial de ICAMI Región Centro.