Para muchos de nosotros, la aséptica y sana costumbre de lavarse las manos puede ser un hábito muy arraigado; lo aprendimos de niños, tenemos fijamente guardado en nuestra memoria la frase: “antes de comer y después de ir al baño…”, mucho más ahora luego de una pandemia “sobrevivida” hace algunos años.

Sin embargo, el simple hecho de que tengamos la costumbre de lavarnos las manos ¿lo hace una práctica ancestral? ¿sabías que los médicos del siglo XIX no lo hacían? Y si no lo hacían los médicos, ¿te imaginas cuánta gente realmente tenía este (hoy tan recomendado) buen hábito? Pocos conocen el nombre del Dr. Ignaz Semmelweiss, pero todo mundo es capaz de mencionar, y más ahora, los estrictos protocolos de limpieza que se exigen para el lavado de manos pre-operatorio. Semmelweiss, apenas a mediados del siglo XIX en Viena, donde trabajaba como obstetra en una clínica, fue capaz de encontrar la razón de las elevadas tasas de mortandad por fiebre puerperal. Resulta que sus colegas obstetras asistían en partos luego de haber hecho intervenciones quirúrgicas (e inclusive autopsias) sin lavarse apropiadamente las manos. Gracias a una de las virtudes del liderazgo (visión, capacidad de observación), Semmleweiss, se dio cuenta que, en otro hospital, aquellos partos asistidos por matronas no tenían esas altas tasas de mortalidad en las madres como él encontraba en donde trabajaba. Las matronas no estaban “tan contaminadas”. Logró ver y entender el entorno, reconocer un patrón y se atrevió a proponer un nuevo protocolo; así, en un entorno hostil, como era la reticencia de la mayoría de sus colegas médicos, propuso algo tan simple pero novedoso (en ese momento): el correcto lavado de manos antes de entrar al quirófano era la herramienta para salvar vidas (Miranda C, Marcelo, & Navarrete T, Luz. 2008).

Hoy en día, resulta inconcebible que un médico (o no), descuide las mínimas condiciones de higiene y asepsia. Aquel atrevimiento de Semmelweiss se convirtió en un cambio radical en el modo de intervenir dentro de una sala de partos. Un líder, como lo habrá sido este médico húngaro en su momento: analiza el entorno, toma en cuenta los datos, diagnostica un problema y propone una solución, no necesariamente radical, pero sí muy práctica, evalúa su resultado y busca, afanosamente, su implementación, a pesar de la oposición y la resistencia. A tal grado fue esa oposición que Semmelweiss fue despedido y ridiculizado por su propuesta. Por hacer lo correcto, perdió hasta su empleo. Y murió sin ver su proyecto realizado. Tuvieron que venir otros estudios, más médicos, nuevos descubrimientos para, finalmente, tener protocolos de cuidado e higiene que hoy nos parecen “cosas de toda la vida”.

¿Qué tanto somos nosotros esos líderes que buscan mejorar su entorno? Líderes que se oponen con acciones, bien fundamentadas, al “status quo” y proponen, desde un análisis profundo, soluciones lo mismo sencillas que complejas. El Dr. Llano solía decir: “la creatividad es mirar con otros ojos, ver donde los demás no miran…” ¿hacia dónde estamos observando? ¿Qué tanto dejamos que nuestra creatividad florezca?

Mariano José Doval_icami2025

Mariano José Doval.

Ingeniero electromecánico por la Universidad Panamericana; diplomado en creación literaria por Literalia y la secretaría de cultura Jalisco. Diplomado en finanzas, Líder-Coach y maestro en desarrollo humano por ITESO, diplomado en Coaching Directivo por ICAMI.

Consultor y experto en dirección y desarrollo de personal, formación e integración de equipos de alto desempeño, servicio al cliente, hospitalidad, estrategias para el bienestar en el entorno laboral y social. Especialista en análisis y gestión del cambio, liderazgo, comunicación asertiva, comunicación institucional e interna.

Actualmente es parte del claustro académico y director de programa en ICAMI Occidente.